¿Qué es la inflamación?
La inflamación es una respuesta significativa del sistema inmunológico. Esta respuesta se desencadena cuando el tejido sano se lesiona o está bajo amenaza de una infección. Es la forma que tiene nuestro cuerpo de señalar dónde está ocurriendo el «ataque» para que todos los fluidos vitales, proteínas y glóbulos blancos (componentes necesarios para la recuperación) fluyan hacia allí y comience el proceso de curación. Sin esta respuesta inmunitaria, las heridas nunca se curarían y, por el contrario, se pudrirían provocando una infección agregada, que permitiría al virus propagarse por todo el cuerpo. Aunque esta respuesta es la que evita lo que acabamos de comentar de manera gradual, la inflamación de un área afectada puede durar largos períodos de tiempo y causar dolor o malestar severo. En última instancia, puede derivar a otras complicaciones como enfermedades cardíacas o accidentes cerebrovasculares. El dolor proviene siempre de las áreas inflamadas que se hinchan, empujando a las células nerviosas y causando la transmisión de señales de dolor al cerebro.
¿Cuándo la inflamación se convierte de aguda a crónica?
La inflamación aguda es una respuesta rápida ante un agente agresor que sirve para liberar mediadores de defensa del huésped (leucocitos y proteínas plasmáticas) en el sitio de la lesión, normalmente dura menos de 15 días.
La inflamación aguda tiene tres componentes mayores: alteraciones en el calibre vascular, que dan lugar a un aumento en el flujo sanguíneo, cambios estructurales en la microvasculatura que permiten que las proteínas plasmáticas y los leucocitos abandonen la circulación y migren y se acumulen en el foco de la lesión y su posterior activación para eliminar el agente agresor.
Estas alteraciones producen los signos clínicos clásicos de la inflamación. Existen cuatro signos cardinales de la inflamación:
- Enrojecimiento o rubor: se debe principalmente a la vasodilatación que se produce en la zona inflamada.
- Edema o tumor: aumento del líquido intersticial y formación de edema.
- Calor: aumento de la temperatura en la zona inflamada. Se debe a la vasodilatación y al incremento del consumo local de oxígeno.
- Dolor: aparece como la consecuencia de la liberación de sustancias capaces de provocar la activación de los nociceptores.
La inflamación crónica es una inflamación de duración prolongada en la que ocurre al mismo tiempo la inflamación aguda, la lesión hística y la resolución; suele durar más de 15 días.
La inflamación crónica muestra las características siguientes:
- Infiltración por células mononucleadas, tales como los macrófagos, linfocitos y células plasmáticas.
- Destrucción hística, provocada en gran medida por las células inflamatorias.
- Reparación, que implica la proliferación de nuevos vasos (angiogénesis) y fibrosis.
- Transformación de células mononucleares en epiteloides.
La inflamación crónica puede aparecer en las siguientes circunstancias:
- Infecciones víricas: las infecciones intracelulares de cualquier tipo requieren la presencia de linfocitos y macrófagos para identificar y eliminar las células infectadas.
- Infecciones microbianas persistentes: debidas a un conjunto de microorganismos del que forman parte las micobacterias (bacilo tuberculoso), Treponema pallidum y ciertos hongos.
- Exposición prolongada a agentes potencialmente tóxicos, exógenos o endógenos. Un ejemplo de exógeno son las partículas de sílice que inhalado durante periodos largo genera una neumopatía inflamatoria llamada silicosis.
- Enfermedades autoinmunitarias: desempeñan un papel importante en varias enfermedades inflamatorias crónicas comunes como la artritis reumatoide o el lupus eritematoso.
- Persistencia de inflamación aguda, tales como un absceso, fístula...
Si comparamos la inflamación crónica con la aguda, encontramos como primera diferencia la evolución en el tiempo. La aguda se resuelve más o menos en una semana, mientras que la crónica permanece en el tiempo. Otra diferencia es el tipo de célula que participa en cada una: el protagonista de la inflamación aguda son los leucocitos polimorfonucleares(neutrófilos,basófilos,eosinófilos..), mientras que en la crónica son los monomorfonucleares (monocitos y linfocitos).
¿Por qué el CBD puede ser un tratamiento eficaz para la inflamación?
El CBD y la inflamación son dos palabras que a menudo van juntas, ya que se ha observado que el CBD es un tratamiento efectivo para la inflamación (6). Si la inflamación es un síntoma de una enfermedad subyacente o es una enfermedad en sí misma, el CBD ha demostrado desempeñar un papel terapéutico. Esto significa que ayuda a mediar la respuesta inmune asociada con enfermedades que surgen de la autoinmunidad, como las lesiones. Según los estudios, el CBD también combate la inflamación al ejercer un efecto que es más inmunosupresor de los macrófagos, que son las células responsables de la inflamación (7). El CBD también reduce el dolor inflamatorio crónico asociado con la inflamación al activar los receptores de glicina (8).
¿Con qué tipos de inflamación puede ayudar el aceite de CBD?
Hay dos tipos principales de inflamación: inflamación aguda e inflamación crónica.
La inflamación suele ser un síntoma de un problema subyacente, como una lesión (9). En tales casos, el sistema inmunitario se esforzará por combatir cualquier bacteria o virus que pueda estar presente en el punto de la lesión, lo que dará como resultado lo que se conoce como inflamación aguda. Un estudio publicado en el British Journal of Pharmacology (10) analizó la eficacia del cannabidiol para aliviar la inflamación aguda en ratas y concluyó que el CBD puede representar una alternativa farmacológica útil en el tratamiento de la inflamación aguda y el dolor.
Un estudio realizado por la Universidad de Milano (11) reveló que el cannabidiol también trató con éxito la inflamación.
Conclusión
Los aceites de CBD han demostrado ser una buena alternativa a los medicamentos fabricados en laboratorio. Estos aceites han sido probados y comprobados como funcionales por reconocidos profesionales médicos. Desde entonces, los aceites de CBD se han establecido para ser útiles en el tratamiento de una variedad de dolencias comunes como dolor, inflamación, ansiedad, epilepsia, artritis, entre otros. También se ha visto que el CBD ayuda a controlar la presión arterial (12), lo que tiene el efecto de limitar la exposición del paciente a los riesgos de accidentes cerebrovasculares y enfermedades cardíacas. Dada la versatilidad del aceite de CBD y el hecho de que ha sido respaldado por instituciones de salud respetadas como la Escuela de Medicina de Harvard, parece ser una alternativa viable a las drogas sintéticas.